La santidad de Dios es un tema recurrente en las Escrituras y la Biblia nos presenta la idea de una santidad tríplice de Dios en dos ocasiones específicas: en Isaías 6:3 del Antiguo Testamento y en Apocalipsis 4:8 del Nuevo Testamento. En ambos pasajes, se describe a Dios como "santo, santo, santo". Este enfoque trino de la santidad de Dios revela la grandeza y la majestuosidad de Su carácter divino. En este artículo, exploraremos el significado de la santidad tríplice de Dios según la Biblia y cómo esto nos llama a reverenciar y asombrarnos ante Él.
La santidad tríplice de Dios en Isaías 6:3
En el libro de Isaías 6:3, el profeta tiene una visión donde se encuentra en el templo celestial y escucha a los serafines cantando: "Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena de su gloria". Estas palabras resuenan en el templo celestial como una expresión de adoración y reconocimiento de la santidad tríplice de Dios.
Este pasaje nos enseña que Dios es santo en su totalidad, en todos los aspectos de su ser. La repetición de la palabra "santo" tres veces enfatiza la perfección y la plenitud de la santidad de Dios. No hay nada impuro en Él, ninguna sombra de maldad o imperfección. Él es absolutamente separado y diferente de toda la creación. La santidad de Dios es su esencia misma, es lo que lo distingue y lo separa de todo lo demás.
La santidad tríplice de Dios también revela la naturaleza trina de la Divinidad. Al repetir la palabra "santo" tres veces, se está resaltando la realidad de la Santísima Trinidad, tres personas distintas pero un solo Dios en unidad perfecta. Cada persona de la Trinidad es igualmente santa y, sin embargo, son una en esencia y propósito.
La santidad tríplice de Dios en Apocalipsis 4:8
En el libro de Apocalipsis 4:8, Juan tiene una visión del trono de Dios en el cielo. Él ve a los seres vivientes alrededor del trono, y cada uno tenía seis alas, llenas de ojos por dentro y por fuera. Day y noche, sin cesar, estos seres vivientes proclaman: "Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es y el que ha de venir".
Al igual que en Isaías 6:3, la repetición de "santo, santo, santo" enfatiza la santidad tríplice de Dios. Pero aquí, también se agrega una descripción adicional de Dios como "el que era, el que es y el que ha de venir". Esto nos muestra la eternidad de Dios y Su continua existencia en el pasado, presente y futuro. Él es el Dios eterno, sin principio ni fin, que existe fuera del tiempo y del espacio.
La visión de Juan en Apocalipsis también revela que la santidad de Dios llena todo el cielo y la tierra. Su santidad no está limitada a un lugar o tiempo específico, sino que trasciende todas las dimensiones de la vida. Su gloria se extiende sobre toda la creación y toda la creación le adora y le reconoce como santo.
La reverencia y asombro ante la santidad tríplice de Dios
Cuando Isaías y Juan tuvieron estas visiones de la santidad tríplice de Dios, su reacción fue de reverencia y asombro. Isaías, al ver a los serafines cantando "santo, santo, santo", se dio cuenta de su propia pecaminosidad y exclamó: "¡Ay de mí! ¡Estoy perdido! Mis labios son impuros y vivo en medio de un pueblo de labios impuros" (Isaías 6:5). Reconoció la incompatibilidad de su impureza personal ante la santidad de Dios.
De manera similar, Juan, al presenciar la visión del trono de Dios en el cielo, se postró ante el Señor y adoró al que vive por los siglos de los siglos, reconociendo la grandeza y la majestuosidad de Dios (Apocalipsis 4:10-11).
La santidad tríplice de Dios nos llama a tener un profundo sentido de reverencia y asombro ante Él. Nos muestra nuestra propia pecaminosidad y la necesidad de arrepentirnos y buscar Su perdón. También nos anima a adorarle con un corazón humilde y rendido, reconociendo que Él es digno de toda la adoración y la alabanza.
La santidad tríplice de Dios, descrita en Isaías 6:3 y Apocalipsis 4:8, revela la perfección, grandeza y excelencia de Su carácter divino. Esta santidad trina destaca la naturaleza trina de la Divinidad y nos llama a reverenciar y adorar a Dios con un corazón humilde y rendido. Reconocer la santidad de Dios nos lleva a una profunda experiencia de asombro y nos motiva a vivir vidas consagradas y santas ante Él. Dios es santo, santo, santo, y debemos responder a Su santidad con reverencia y adoración sincera. ¡Que la santidad de Dios sea nuestra guía y nuestra inspiración en todo momento!
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