El fariseísmo es una mentalidad y actitud que se encuentra presente a lo largo de la Biblia y que ha sido objeto de crítica por parte de Jesús y Pablo. Esta forma de pensar se caracteriza por la confianza en la propia justicia, la rigidez moral y la actitud de superioridad hacia los demás. En este artículo, exploraremos qué enseñanzas tiene la Biblia sobre el fariseísmo y cómo Jesús y Pablo nos invitan a adoptar una perspectiva diferente, basada en la gracia y la fe.
Qué dice la Biblia sobre el fariseísmo
El fariseísmo es mencionado en varios pasajes del Antiguo Testamento, donde los fariseos eran considerados líderes religiosos y maestros de la ley. Su objetivo era mantener la pureza religiosa y cumplir estrictamente con las leyes y regulaciones establecidas por Moisés. Sin embargo, a lo largo del Nuevo Testamento, Jesús y Pablo critican esta forma de religiosidad, argumentando que el cumplimiento de la ley no garantiza la justificación ante Dios.
En el libro de Mateo, Jesús condena con dureza a los fariseos, acusándolos de hipocresía y de enfocarse más en las apariencias externas que en el verdadero interior del corazón. En Mateo 23:25-28, Jesús les dice: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera a la verdad os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad".
Ejemplos de fariseísmo en el Nuevo Testamento
A lo largo del Nuevo Testamento, podemos encontrar varios ejemplos concretos de fariseísmo. En Lucas 18:9-14, Jesús cuenta la parábola del fariseo y el publicano, donde el fariseo, lleno de orgullo y confianza en sí mismo, ora de manera ostentosa en el templo, agradeciéndole a Dios por no ser como los demás pecadores. En contraste, el publicano, consciente de su pecado y dependencia de la misericordia de Dios, clama por perdón. Jesús concluye la parábola diciendo: "Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido".
En el libro de Hechos, encontramos un ejemplo de Pablo confrontando a Pedro por su comportamiento farisaico en relación con los gentiles. Pedro se había distanciado de los gentiles por temor a la reacción de los judíos, pero Pablo lo reprende públicamente por su hipocresía y falta de coherencia con el mensaje de gracia y salvación para todos. Este incidente muestra cómo el fariseísmo puede afectar incluso a aquellos que han aceptado la enseñanza de Jesús.
La crítica de Jesús y Pablo al fariseísmo
Tanto Jesús como Pablo critican fuertemente el fariseísmo en la Biblia. Ambos señalan la falta de humildad y la actitud de superioridad de los fariseos, así como su enfoque en cumplir con la ley sin una verdadera transformación interior. En Mateo 23, Jesús pronuncia una serie de "ayes" contra los escribas y fariseos, denunciando su hipocresía y advirtiendo sobre las consecuencias de su comportamiento.
Pablo también aborda el tema del fariseísmo en sus cartas, especialmente en la carta a los Gálatas y la carta a los Romanos. En Gálatas, critica la idea de que la justificación se logra por obras de la ley, argumentando que es por la fe en Jesús y su obra redentora que somos declarados justos ante Dios. En Romanos, explica que todos somos pecadores y necesitamos la gracia de Dios, enfatizando que la ley no puede salvarnos, sino que nos muestra nuestra necesidad de un Salvador.
La verdadera justicia según la Biblia
La enseñanza bíblica sobre la justicia difiere del fariseísmo en que resalta que la verdadera justicia no se puede alcanzar por nuestros propios méritos. La Biblia nos enseña que todos somos pecadores y que nuestras obras no son suficientes para ganar la aprobación de Dios. En lugar de confiar en nuestras propias obras, debemos confiar en la gracia y la misericordia de Dios.
En Efesios 2:8-9, Pablo escribe: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe". La justicia que Dios nos ofrece no proviene de nuestros esfuerzos, sino que es un regalo gratuito que recibimos por medio de la fe en Jesús. En lugar de tratar de ganar nuestra salvación mediante el cumplimiento de la ley, debemos confiar en el sacrificio de Jesús en la cruz y recibir la gracia que nos ofrece.
La importancia de la gracia y la fe en la enseñanza bíblica
La enseñanza bíblica enfatiza la importancia de la gracia y la fe como medios para obtener la justificación ante Dios. En Romanos 3:23-24, Pablo nos recuerda: "por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús". Es a través de la gracia de Dios que somos declarados justos, y esto se realiza mediante la redención que encontramos en Jesús.
Lee TambiénInfluencia de géneros bíblicos en interpretaciónLa fe también juega un papel fundamental en nuestro camino hacia la justicia. En Romanos 5:1-2, Pablo afirma: "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios". Es a través de la fe en Jesucristo que somos justificados y obtenemos paz con Dios. Nuestra fe nos permite acceder a la gracia y nos llena de esperanza en la gloria de Dios.
La Biblia nos enseña que el fariseísmo, basado en la confianza en la propia justicia y la actitud de superioridad moral, es contrario a la enseñanza de Jesús y Pablo. La verdadera justicia proviene de la gracia de Dios y se obtiene a través de la fe en Jesús. En lugar de confiar en nuestras obras, debemos confiar en el sacrificio de Jesús en la cruz y recibir la gracia que Dios nos ofrece. Así, podremos vivir una vida justa y agradar a Dios, no por nuestras propias fuerzas, sino por la gracia que nos ha sido dada.
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